martes, 29 de noviembre de 2016

Vinilo: Historia de un viaje sonoro y multisensorial

Vinilo: Historia de un viaje sonoro y multisensorial
Por Jesús Echeverría


Una de las características más fascinantes de la música es su capacidad instantánea para exaltar los sentidos, ese efecto mágico que permite desconectarse de la realidad cotidiana para perderse en un viaje sonoro y multisensorial. Durante décadas esta revelación fue posible gracias a las vibraciones generadas por el roce entre una aguja y ese objeto redondo y oscuro llamado elepé (LP) o disco de larga duración, un objeto capaz de catalizar emociones mientras gira reproduciendo los sonidos que guarda cada una de sus dos superficies, un complejo proceso mecánico de tipo analógico, algo que los románticos prefieren describir como un proceso enigmático e indescifrable de carácter alquimista.

El disco o vinilo es el formato de reproducción de audio más longevo utilizado en la actualidad. Así es, a pesar de los vaticinios y el desarrollo de nuevos formatos, el disco elepé no solo ha logrado subsistir sino que además goza en la actualidad de una renovada popularidad y de un incremento en ventas, algo que no acontecía desde hace más de 10 años.

Sin duda, para cualquiera que haya pasado de la adolescencia a la edad adulta antes de iniciada la segunda mitad de los 90, escuchar música significa entregarse a un ritual profundamente íntimo, que inicia desde el instante que escuchas por primera vez una canción en la radio y prosigue con el esfuerzo por acumular el dinero suficiente para acudir a la tienda de discos, pararse frente a ellos, rastrear al elegido mientras se es seducido por decenas o cientos de portadas plagadas de un arte gráfico alucinante. Ya en casa, la emoción se intensifica al momento de remover el plástico, sacar el disco con cuidado de su funda, colocarlo en la tornamesa, poner la aguja y admirar la portada mientras se reproducen los primeros sonidos.

Indudablemente, cada persona guarda una memoria individual de esta experiencia, una serie de recuerdos que evocan momentos específicos y esa es quizá la causa fundamental detrás del apego al objeto, el disco elepé que tras cada nueva escucha no solamente reproduce sonidos, también evoca memorias, recuerdos, lugares, personas, olores y emociones.

El elepé no solo trascendió al tiempo y generaciones; también logró superar los propósitos mercantiles con los que comenzó a comercializarse en 1948 tras las innovaciones hechas por la compañía Columbia Records. El primer registro de un disco como sistema de grabación y reproducción data del 1894 y se acredita a la compañía Gramaphone del alemán Emile Berliner; sin embargo, fue Columbia Records quien introdujo el disco long play (disco de larga duración) elaborado de una mezcla de 180 gramos de vinil y acetato, con capacidad de reproducir un promedio de 22 minutos de audio por cada lado a 33 1/3 RPM. El elepé rebasó los propósitos meramente comerciales y sin planificarlo se transformó en un ente para la expresión artística y propagación de cambios sociales.

Los primeros elepés fueron concebidos a finales de los 40 para comercializar música clásica y bandas sonoras de musicales de la época; la música popular de ese entonces estaba limitada a los sencillos, discos de corta duración con una o dos grabaciones en cada lado. Prácticamente no existía el concepto de larga duración en la música pop. Sin embargo, la industria reconoció las oportunidades económicas que representaba el formato LP y comenzó a editar discos donde la fórmula consistía en tener una o dos canciones que funcionaran como sencillos, generando altas ventas y donde el resto del material no fuese de importancia comercial o artística, la cuestión se traducía a poder vender más caros los discos por el hecho de que contaban con más material pero sin importar el contenido. Así surgieron los primeros larga duración de Elvis Presley o Little Richard. Incluso, grupos como The Beatles o The Rolling Stones editaron sus primeros álbumes bajo esta premisa, lanzando discos que incluían algunas composiciones originales y una cantidad notable de covers.

El cambio radical surge de la mano del movimiento por los derechos civiles y el movimiento folk de los Estados Unidos, particularmente a partir de 1963 con la edición de The Freewheelin’ Bob Dylan, segundo álbum de un Dylan que, a sus 22 años, lo consolida como cantautor logrando que la compañía le permitiera grabar un disco donde solamente una canción no era de su autoría. Con este trabajo, Dylan deja claro que cada una de sus composiciones supone una visión crítica de la sociedad americana y ante la sorpresa de los ejecutivos de Columbia Records obtiene reconocimiento y aceptación masiva, instaurando al elepé como un medio de expresión artística y cultural.

Por su parte, la escena británica atenta a la hazaña de Dylan e influenciada por el nacimiento de la psicodelia decide aprovechar su poder de convocatoria y ventas para exigir control artístico de sus grabaciones. Es así que grupos como The Beatles, The Kinks, The Rolling Stones o The Who optan también por emplear el elepé como recurso para explorar todo su potencial artístico. El disco Rubber Soul de los Beatles, en 1966, refleja un crecimiento notable con letras más maduras e influencias del folk de Dylan o The Byrds. Sin embargo, es en 1967 con la edición de Stg. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, que podemos hablar de un álbum indiscutiblemente conceptual, una obra artística con niveles de sofisticación y experimentación jamás antes escuchados. Para ese entonces, el grupo no estaba preocupado por la complejidad de estos sonidos que suponía recrear en vivo, pues cansados de los gritos de las fanáticas habían decidido dejar las giras para concentrar toda su energía en la creación musical. La relevancia histórica de este disco no se puede desestimar, más allá de la innovación y experimentación musical que van desde la secuencia que une los temas, la amalgama de géneros como la psicodelia, música clásica, instrumentos hindúes, grabaciones reproducidas al revés hasta sonidos de animales; el álbum también se destaca como obra conceptual por su portada y diseño, creada por el artista pop Peter Blake, donde aparecen los cuatro Beatles vistiendo trajes de sargento creados por el diseñador mexicano Manuel Cuevas y frente a un collage de personajes celebres y contrastantes; cuenta una leyenda urbana que se habría considerado incluir el retrato del actor y cómico Germán Valdez “Tin Tan”, pero que éste optó por declinar a última hora, enviando en su lugar una figura del árbol de la vida de Metepec que aparece en un extremo de la portada.

A partir de ese momento, aparecen discos de artistas como The Velvet Underground o Captain Beefheart & The Magic Band (Trout Mask Repicla) que desafían por completo los convencionalismos de la industria; y Jimmi Hendrix produce Electric Ladylad, un álbum doble que incluye temas que alcanzan los 15 minutos de duración como Voodoo Chile y The Who da vida a Tommy, la primera ópera rock.

Por su parte, el jazz y el soul demoraron su apuesta al álbum como una obra completa; fueron Miles Davis y Marvin Gaye quienes con Bitches Brew de 1970 y What’s Going On de 1971 revolucionaron el concepto del álbum en sus géneros. Ya entrada la década del 70, los discos eran el formato de venta musical dominante, distinguiéndose por la variedad de propuestas que van desde el glam rock, el rock progresivo, la música disco y el punk rock.

De entre estos géneros el que mayor repercusión tuvo en la formación ideológica de generaciones futuras fue el punk rock con la aparición de sellos independientes como Rough Trade en Londres, editando elepés de Stiff Little Fingers, Cabaret Voltaire o The Smiths, y SST en Long Beach, que editó discos de Black Flag, The Minutemen o Dinosaur Jr.; estos sellos se fundaron bajo la ética DIY (Do it youself o Hágalo usted mismo) que aplicada a la música se refiere a aquellos artistas que se oponen al sistema establecido y producen discos con sus propios medios, autopromocionan su música y autogestionan sus presentaciones. Estos valores transmitieron la confianza necesaria para que miles de jóvenes alrededor del mundo crearan sus propias escenas y sellos discográficos, que desde la década de los 80 y hasta la actualidad han representado la alternativa a los imperios y monopolios corporativos de la industria musical. La autogestión también rinde frutos en América Latina, donde paralelamente al resto del mundo han coexistido sellos que en su momento fueron muy populares como Discos Orfeón fundado en 1958 en México y que editó muchos de los primeros intentos por hacer rock mexicano,  Discos Fuentes, una institución de la cumbia y el vallenato fundada en Colombia en 1934 o Fania Records fundada en 1964 en Nueva York y que siempre será un referente obligado de la salsa y la música afrolatina.

A mediados de los 90 el disco compacto (CD) desplazo al elepé y al cassette como el principal formato de venta musical y la subsecuente llegada de Internet y el MP3 produjo un intercambio musical hasta ese entonces inimaginable, hoy en día la adquisición de música solo requiere de un clic y la portabilidad es insuperable. Sin embargo, los nostálgicos recalcitrantes que deciden aferrarse a la absurda emoción de dar la vuelta a la cara de un elepé jamás han desaparecido y son ellos quienes mantienen vivo y girando al vinilo, las escenas locales de hip hop, música electrónica, ska y punk rock nunca dejaron de apostar por el vinilo. Tan solo en Chicago, basta mencionar el ejemplo de sellos como Southkore Records que surgió como parte del colectivo de bandas punk de los barrios de La Villita y Pilsen y que arropados bajo la consigna DIY editaron música de Non Fiktion Noise, Eske, Tras de Nada y No Slogan, títulos que hoy no solo son un objeto de culto y colección sino un fotografía sonora de las aspiraciones, frustraciones, utopías y desesperanza de un sector de los jóvenes latinos de la ciudad.

No es fácil predecir el futuro del disco, pero es dudoso que desaparezca por completo. Las cifras indican que durante el pasado 2013 las ventas experimentaron un incremento significativo (el álbum Random Access Memories de Daft Punk ocupó el primer lug ar entre los elepés más vendidos, superando el medio millón de copias). Antes escuchaba un disco mil veces, hoy la tecnología me lleva a escuchar mil canciones de una vez; sé que pertenezco al grupo que prefiere la primera opción y disfrutar de una experiencia que se percibe más humana, más cálida y auténtica, alejando a la música de ser un mero producto de consumo y otorgándole al disco el valor que se merece. Larga vida al vinilo, el disco es cultura.

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Jesús Echeverría es productor de radio y comunicador mexicano. Partidario de la exploración musical y pionero de la radio independiente latina de Chicago, donde radica. Desde los 10 años practica el oficio de guardar el vuelto para comprar y sumar nueva música a su colección

Fuente original: http://contratiempo.net/2014/03/vinilo-historia-de-un-viaje-sonoro-y-multisensorial/

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