viernes, 28 de octubre de 2016

Vuelve, vinilo, vuelve

VUELVE, VINILO, VUELVE

En la revista americana de divulgación científica Discover apareció publicado que un hombre era capaz de saber de la obra grabada en un disco de vinilo mediante la simple inspección visual de sus surcos. El hombre en cuestión era un tal Dr. Arthur Lintgen, físico de profesión y residente en Pennsylvania, quien aseguraba que con solo mirar un disco de música sinfónica de cualquier época posterior a Mozart podía identificar el compositor, a menudo la obra, y algunas veces...¡hasta los intérpretes! El caso fue tomado muy en serio por el CSICOP, siglas que corresponden a un muy escéptico Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones Paranormales, que tras someter al Dr. Lingten a pruebas muy rigurosas tuvo que admitir que el individuo en cuestión estaba diciendo la verdad. El físico indentificó correctamente dos versiones distintas de La Consagración de la Primavera de Stravinsky, así como el Bolero de Ravel, Los Planetas de Holst y la Sexta Sinfonía de Beethoven. Como control se le mostraron otros discos, uno "rockero" que fue etiquetado como "un guirigay" por el Dr. Lintgen, y otro que le hizo responder que "no era música instrumental, sino un solo vocal que no identifico"; se trataba de una grabación de un hombre hablando.

Por muy asombrosa que nos parezca esta rara y curiosa habilidad del físico de Pennsylvania, otro físico, y este de primera magnitud, Murray Gell-Mann, en su espléndido libro El Quark y el jaguar (Tusquets Editores, Barcelona), de donde he tomado prestada la experiencia que acabo de transcribir, admite que la cuestión no viola ningún principio importante de la realidad física, ya que la información estaba presente en los surcos y lo sorprente era sólo la manera de extraerla de ellos. Mis conocimientos de física me dicen que es muy arriesgado poner en duda las opiniones de Gell-Mann, uno de los más grandes científicos de esta segunda mitad de nuestro Siglo; y, seguramente, la fé en el vinilo, le hará pensar a más de un audiófilo que, en efecto, es tan completa y perfecta la información que contienen los surcos de sus apreciadísimos discos, que no tiene nada de extraño que se pueda, mediante el entrenamieno paciente y concienzudo, llegar a leer a simple vista la señal musical grabada en ellos. Y podría seguir argumentando nuestro audiófilo que en Japón se ha desarrollado un sistema lector de discos de vinilo que se basa en el láser y que, a fín de cuentas, el láser del tocadiscos japonés y la luz natural que, reflejada en los surcos del disco, llega a los ojos del Dr. Lingten no dejan de ser sino dos manifestaciones distintas de la misma criatura de James Clerk Maxwell: la radiación electromagnética.

De audiófilos, discófilos, vinilófilos 
y otras especies

En general se ha definido al audiófilo, o mejor, a sus más puros especímenes, como personas que poseen un órgano auditivo indudablemente muy desarrollado, lo que no necesariamente significa que esté musicalmente educado, que se conocen muy bien unos pocos discos (generalmente de vinilo, aunque no se excluye en estos últimos tiempos, el CD) con los que prueban uno tras otro todos los chismes de alta fidelidad de la más alta gama que caen en sus manos. Por el contrario, un discófilo de pura cepa suele ser un individuo que compra todos los discos que salen al mercado, está al día especialmente en lo que a últimas novedades se refiere, y que escucha sus discos (cuando lo puede hacer) en un sencillo tocadiscos, modelo de consumo de uno de los fabricantes de gamas media y baja del extremo oriente industrializado. Claro está que entre ambos extremos, se mueve la variada fauna que habita el mundo de la música enlatada.

El audiófilo es, en su gran mayoría, vinilófilo; y solo forzado por la realidad del mercado, ha ido aceptando a regañadientes al CD. No obstante, y desde las reservas a que fué expulsado por la masiva y precipitada digitalización del sonido grabado, y a través de medios semi-clandestinos de comunicación, de los que su ejemplo más acabado es, sin duda, la muy venerable revista americana The Absolute Sound ha clamando por la permanencia del sonido analógico, y su soporte natural, el LP de vinilo, sobre la base de su superioridad sobre los nuevos medios digitales de grabación y reproducción. Por contra, el discófilo se pasó con celeridad casi vergonzante al CD, anunció a los cuatro vientos que por fín había llegado la perfección con vocación de eternidad, volvió a adquirir una por una todas las grabaciones que ya poseía a medida que aparecían en el nuevo soporte (lo que en España se ha denominado por algunos como "trasvase a CD", tal vez bajo el influjo de nuestras sequías y desigualdades aquíferas), y, en muchos casos, se deshizo de sus discos de vinilo para hacer sitio en su casa al nuevo objeto de deseo de su afán coleccionista. Si atendemos a la situación actual del mercado de las grabaciones de música clásica, parece como si el vinilo hubiese desaparecido de la faz de la tierra y relegado a las catacumbas que habitan los puristas del sonido analógico, que deambulan por vetustas tiendas de grabaciones de segunda mano a la búsqueda incesante de sellos y grabaciones que se han convertido en objeto de culto; o que solicitan cuantos catálogos ofrecen las tiendas de especialistas que venden su mercancía por correo, y que utilizan principalmente como reclamo las secciones de anuncios por palabras, en las últimas páginas de las revistas de audiófilos. Entonces, ¿ en que consiste la nostalgia del vinilo que quisieron explotar hace no mucho tiempo las grandes multinacionales discográficas, mucho más próximas al discófilo que al audiófilo?.


The Originals, de Deutsche Grammophon: 
¿la vuelta del sonido del vinilo o la corrección de errores pasados?

Para muchos audiófilos, el amarillo sello alemán, con tomas de sonido generalmente edulcoradas y un uso poco imaginativo de la ecualización y compresión de lo grabado, fue responsable de la tendencia a la uniformidad y asepsia acústica que se convirtieron en la regla del disco clásico a partir de la mitad de la década de los setenta. Por lo tanto no debe sorprender que ninguna de sus producciones figure en las múltiples listas de grabaciones excepcionales que publican de vez en cuando las revistas especializadas en sonido, ni que sus discos de vinilo se hayan depreciado tan drásticamente en el mercado de segunda mano. Y sin embargo, Deutsche Grammophon, por su enorme peso en el mercado de clásico, ha creado, con su serie de reediciones pomposamente titulada "The Originals", que reproduce las viejas portadas de las cubiertas de los discos de vinilo originales y disfraza al propio CD, de forma, eso sí, exquisitamente naïf, de autentico LP en miniatura, ha creado, repito, la sensación de una nostalgia por el retorno del vinilo que no parece corresponderse con la realidad. Cierto que en la citada reedición hay grabaciones que son en verdad legendarias, como el Beethoven de Carlos Kleiber, que fue número uno de ventas en casi todo el Mundo, pero cuyo carácter mítico no se basa precisamente en la calidad excepcional del sonido del vinilo original, si bien éste era muy superior al habitual en el sello amarillo cuando se editó por primera. ¿Cómo se explica, pues, este interés de la DG en el vinilo?

A mi entender estamos ante una buena campaña de marketing para recordar al aficionado que en los pasados días del vinilo, el sello amarillo "pastoreaba" en verdad el mercado del disco clásico y que sus producciones eran, para el aficionado medio, artística y técnicamente, sinónimo de la más alta calidad. Y de paso, se aprovecha para corregir errores de la etapa de transición del vinilo al CD. En efecto, todas las grabaciones de la reedición "The Originals" que he podido comparar con su primera edición en CD, suenan mucho mejor ahora, debido a los avances indudables que ha experimentado la tecnología digital en estos últimos años, así como, en algunos casos, la supresión de efectos nocivos en los "masters" analógicos originales. Lo cual, casi siempre, no dice gran cosa de la nueva calidad de sonido alcanzada, ya que los correspondientes primeros compactos dejaban mucho que desear, por no decir que eran un error comparados con los discos de vinilo que venían a sustituir.

Adicionalmente, creo ver en la aparente "vinilización" de los CD de la citada serie, un guiño de la Gran Fábrica de Música Clásica Enlatada para el Consumo General hacia ese sector tan pequeño como crítico que constituyen los audiófilos que son, a la vez, discófilos. Pienso que con sus continuas quejas sobre la calidad del sonido digital, han contribuido a la indudable mejora aportada por las nuevas tecnologías del sello amarillo.

Mercury y DECCA: 
glorias del vinilo

Mercury fué el primer sello con grabaciones de calidad llamada "de audiofilia" que publicó sus compactos tratando de reproducir lo más exactamente posible los LP originales. Cuando a principios de esta década empezaron a aparecer los primeros CD, editados por Philips, dueña actualmente del prestigioso sello americano, Alfredo Orozco publicó un artículo en la revista Scherzo dedicado en exclusiva a Mercury, y allí podrá encontrar el lector interesado detalles de la historia tanto de las ediciones en vinilo como de sus reediciones en CD. Por mi parte me gustaría señalar que, lamentablemente en España, estos CD son muy difíciles de encontrar y no han merecido la debida atención de nuestras publicaciones especializadas bien en sonido, bien en música clásica. Y en verdad que algunas son auténticas alhajas tanto por la interpretación como por la calidad del sonido, que, como reza el subtítulo del sello, es de la más viva presencia.

Al contrario de lo sucedido con otros sellos legendarios entre los amantes del sonido, y que yo sepa, no se ha vuelto a reeditar ninguna referencia de Mercury en vinilo con marchamo de audiofilia, por lo que los ejemplares nuevos o casi nuevos de algunos LP originales alcanzan facilmente cifras superiores a las 100.000 pesetas.

Las siglas FFSS (Full Frecuency Stereophonic Sound) y FFRR (Full Frecuency Range Recording) representan para muchos vinilófilos alguna de las mayores glorias de la historia del sonido grabado; en efecto, los años que van de 1955 a 1965 constituyen una década prodigiosa para la DECCA que logró un sonido propio, facilmente identificable, de gran fidelidad tonal, claridad de texturas, imagen sonora y rango dinámico.Y casi siempre al servicio de grandes interpretaciones musicales, algunas de las cuales son de absoluta referencia.

No tiene pues nada de extraño que, en la era del compacto la firma inglesa mire con nostalgia a su pasado, a su hora mejor, y haya reeditado algunas de su joyas con envoltorios copiados de sus originales y agrupadas bajo el significativo título de "The Classic Sound". Ya desde su primera entrega hubo que destacar sin duda alguna el CD titulado España, dirigido por Ataulfo Argenta, y que es para la mayoría de los críticos e historiadores del sonido grabado , uno de los mejores y más esplendorosos productos de los años dorados de la DECCA. Los LP originales (SXL 2020) pueden alcanzar, según su estado de conservación, un precio que supera fácilmente las 50.000 pesetas, y contenían una pieza menos que el reeditado CD, concretamente, las Images pour orchestre, de Debussy.

Los amantes del vinilo que desee oir este extraordinario disco en su soporte original, no tienen por qué buscar ejemplares de segunda mano a precios exorbitantes ya que en estos momentos se pueden encontrar réplicas oficiales ( es decir, hechas con licencia de DECCA), cortadas por la propia DECCA a partir de las cintas "master" originales y prensadas con 180 gramos de vinilo de alta calidad (lo que hoy día se denomina "ediciones audiófilas"). Estos LP se producen en Kiel, Alemania, por la firma Speakers Corner HI-FI, y se venden en tiendas especializadas, que en el caso de Alemania, figuran en la funda interior de algunas referencias. Detrás de esta empresa se encuentra Tony Hawkins, asistente y cortador del renombrado ingeniero de DECCA Keneth Wilkinson, y las tiradas se limitan a un máximo de 1000 copias por cada matriz de prensado. En Londres, y concretamente en la conocida tienda de coleccionistas Harold Moores, se encuentran al precio de unas 25 libras esterlinas.

Contrariamente a su Hermana Mayor, la Deutsche Grammophon, que utiliza una nueva tecnología (ver Nota 5) para sus recientes reediciones, o a la CBS-Sony, que también ha renovado sus técnicas de digitalización de las grabaciones analógicas originales , la DECCA, para su serie "The Classic Sound", se mantuvo fiel a su ADRM (Analogue to Digital Remaster) tradicional que tan buenos resultados le ha dado ; lo que puede distinguir esta serie de otras anteriores, si las hubiese, es la seguridad de que ahora se están usando originales de las cintas "master".

He utilizado otra mágnifica grabación aparecida también en la primera entrega de la serie "The Classic Sound", la extraordinaria versión que realizan Clifford Curzon, la Sinfónica de Londres y George Szell del Primer concierto para piano, de Brahms, para comparar dos reediciones en compacto y una en vinilo. Desde la introducción orquestal se nota que, si bien las técnicas de conversión de analógico a digital pueden ser las mismas (la citada ADRM), se han utilizado cintas "master" distintas, ya que el sonido del nuevo compacto (425 082-2) tiene más brillo y claridad que el del anterior (417 641-2); en particular, el sonido de las cuerdas es, a la vez, mas brillante, luminoso, y menos agrio en "The Classic Sound" que en la primera edición en CD.

El ejemplar de vinilo que forma parte de mi discoteca se me figura que es un hermano pobre del original inglés (SXL 6023), ya que se trata de una copia Mono (LXT 6023), prensada en 1963 por la Columbia española en su fábrica de San Sebastián, cuyos medios técnicos eran muy rudimentarios. No obstante, ¡ qué fidelidad tonal tiene el piano en este viejo LP! En todo lo demás, ambos CD son preferibles a mi apagada copia española.

Distinto es el caso del CD de Argenta, pues si bien no tengo un CD anterior para comparar, sí creo poseer una magnífica copia de vinilo que hace justicia a la merecida fama de las ediciones en LP de estas grabaciones. Forma parte mi LP de un álbum monográfico dedicado a la memoria de Ataulfo Argenta en el XXV aniversario de su muerte (9.81 099; 7 LP's); se trata de una muy esmerada edición realizada en España cuando ya la DECCA pertenecía al Grupo PolyGram, lo que posiblemente permitió a la filial española acceder a los "master" originales ( o a lo sumo, a copias de primera generación). Por lo que respecta al corte y prensado, (el corte parece también original de la DECCA británica ) se trata de uno de los trabajos más logrados de la que, por aquel entonces, era la mejor fábrica de discos clásicos de España.

De la comparación entre CD y vinilo he sacado entre otras, las siguientes conclusiones: a) El CD es magnífico, uno de los mejores que haya oído; b) El CD es, en general, más claro y brillante, quizá excesivamente brillante en ocasiones; la claridad es tal que transmite una imagen fuertemente silueteada de la orquesta, como si sus componentes tocaran en el más puro vacío; c) El LP es más cálido, más natural, e integra mejor a la orquesta con su espacio de grabación con lo que resulta un ambiente sonoro más corpóreo, y d) Tanto los vinilófilos como los que prefieran el CD (aunque éste no sea DDD), se sentirán encantados con estos soberbios ejemplos de bienhacer musical, exquisita y cuidadosamente grabados por Erik Smith y su ingeniero de sonido Gordon Parry.

Las reediciones alemanas en LP de grabaciones DECCA a que me refiero unas líneas más arriba, no son las únicas ni las primeras, ya que en Japón, la empresa King viene editándolas, asímismo con licencia de la propietaria de los derechos, desde finales de la década pasada, también en prensados de 180 gramos de vinilo, y titulados Super Analogue Disks. En el caso japonés, la DECCA también ha autorizado la reedición en CD de alta calidad a la misma empresa alguno de sus fondos de catálogo


RCA y sus múltiples reediciones: 
la leyenda de los LIVING STEREO

Entre 1958 y 1963 la RCA Victor americana editó una serie de grabaciones (aunque ciertas de ellas se habían venido realizado a partir de 1954), con el sobrenombre de LIVING STEREO, algunas de las cuales constituyen toda una leyenda para la mayoría de los vinilófilos y sirven de revulsivo hasta para la última fibra de su afán coleccionista. Por algunos ejemplares bien prensados y bien conservados de ciertos títulos señeros, como por ejemplo la version de Fritz Reiner y su Sinfónica de Chicago de Also sprach Zarathustra, de R. Strauss (LSC-1806), se pagan entre 100.000 y 120.000 pesetas, sin rechistar . Claro que para pagar esos precios se da por supuesto que se trata de ejemplares originales y no de reediciones, tanto de la propia RCA Victor como de otras empresas que publican bajo licencia. Pues lo que son reediciones, abundan en cantidad. La propia Victor inicia el desfile en los sesenta con los Victrola ; sigue en los setenta con el Gold Seal y el Half Speed Mastering, con lo que se entra en la siguiente década, a mitad de la cual, empiezan a aparecer los Chesky, "ediciones de audiofilia" bajo licencia oficial RCA Victor. Y a finales de la citada década y principios de la actual, con las reediciones en CD, el río se desborda: nuevamente los Red Seal y Gold Seal, la Papillon Collection, la Fritz Reiner Collection, la Rubinstein Collection...culminanado con las reediciones en CD de los originales LIVING STEREO. Y para que la cosa no decaiga... ¡nuevas reediciones, réplicas exactas de los originales, en vinilo de 180 gramos! realizadas con todas las licencias y permisos necesarios por la compañía americana Classic Records .

Si nos quedamos de momento en el análisis de las reediciones en CD, es muy posible que, con la diversidad de acoplamiento de títulos que se dan en cada serie diferente, muchos de nosotros tengamos ya versiones repetidas, antes incluso de pensar si merece o no la pena comprar, si los encontramos en España, los LIVING STEREO. Y aquí hay que admitir que si queremos lo mejor, debemos repetir títulos y versiones una vez más, pues los CD LIVING STEREO son, en opinión generalizada de muchos expertos en sonido grabado, los que ofrecen una mayor calidad sonora en la actualidad. Para ver si estamos o no de acuerdo, aconsejo comparar detalladamente el sonido (las interpretaciones son ambas muy buenas) de dos grabaciones del Bolero, de Ravel: la interpretada por Boulez y la Filarmónica de Berlín ( DG, 4D, 439 859-2), y la de la Sinfónica de Boston bajo la batuta de Charles Munch (RCA Victor, LIVING STEREO, 09026 61956-2).

Por lo que respecta a los LP LIVING STEREO producidos por Classic Records, he pasado una tarde entera tratando de ver si me gustaban más que los correspondientes CD LIVING STEREO, para lo cual he recurrido a dos interpretaciones, a mi juicio, magistrales, de Fritz Reiner y la Sinfónica de Chicago: Also sprach Zarathustra (LP: LSC-1806 y CD: 09026 61494-2), de R. Strauss, y Cuadros de una exposición (LP: LSC-2201 y CD: 09026 21968-2), de Mussorgsky. Y en ambos casos me ha sucedido lo mismo: en una primera escucha, parece salir ganando el CD, tal es su impresionante rango dinámico, relieve, brillantez y claridad; poco a poco, en segundas y terceras escuchas, las preferencias se igualan, pero, al final de la larga sesión, y al preguntarme a mí mismo ¿cúal deseo más volver a escuchar?, me he encontrado con que ambos LP me producen, en el límite de mi capacidad de escucha continuada de una misma obra, la menor sensación de cansancio o saturación. Para algunos, éste es uno de los primeros síntomas de que se está a punto de contraer la incurable vinilofilia, que no tiene antídoto ni medicación, pues el vinilo, el auténtico vinilo, el del LP analógico como medio para la música clásica grabada ayer, hoy o mañana, hace tiempo que se fue para nunca volver.

Fuente original: revista Discover.

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